5 falsos mitos sobre el cambio climático
La ciencia del cambio climático tiene más de 150 años y es, probablemente, el área más estudiada de todas cuantas conforman la ciencia moderna.
 Sin embargo, la industria energética y los grupos de presión políticos,
 entre otros, llevan 30 años sembrando la duda sobre el cambio climático
 donde no la hay. Las últimas investigaciones
 estiman que las cinco compañías petroleras y de gas más grandes del 
mundo dedican alrededor de 200 millones de dólares al año al 
mantenimiento de lobbies que controlan, retrasan o impiden el desarrollo
 de políticas climáticas de obligado cumplimiento.
La negación organizada del cambio climático ha contribuido al 
estancamiento en la reducción de emisiones de gases de efecto 
invernadero (GEI) hasta desembocar en el estado de emergencia climática global
 en el que nos encontramos. Que los negacionistas se sirvan de ciertos 
mitos (en el mejor de los casos, noticias falsas; en el peor, descaradas
 mentiras) para desautorizar a la ciencia del cambio climático puede 
hacer que las personas de a pie no sepan a qué atenerse. Aquí analizamos
 cinco de estos mitos y las pruebas científicas que los desacreditan.
El cambio climático no es más que una parte del ciclo natural
El clima de la Tierra nunca ha dejado
 de cambiar, pero el estudio de la paleoclimatología o, lo que es lo 
mismo, los “climas antiguos”, demuestra que los cambios acontecidos durante los últimos 150 años
 (desde el comienzo de la Revolución Industrial) no pueden ser naturales
 por su excepcionalidad. Los resultados de los modelos indican que el 
calentamiento previsto para el futuro podría no encontrar precedentes en
 los últimos cinco millones de años.
El argumento de la “naturalidad de los cambios” esgrimido por los 
negacionistas se apoya en que el clima terrestre aún se está recuperando
 de las frías temperaturas de la Pequeña Edad de Hielo (1300 d.C-1850 
d.C.), y que las que tenemos en la actualidad son las mismas que las del
 Período Cálido Medieval (900 d.C.-1300 d.C.). La laguna de dicha 
apreciación es que ambas etapas no supusieron cambios globales, sino regionales, que afectaron al noroeste de Europa, al este de América, Groenlandia e Islandia.
Un estudio con 700 registros climáticos
 ha demostrado que la única vez que el clima ha cambiado al mismo tiempo
 y en el mismo sentido en todo el mundo durante los últimos 2 000 años 
ha sido en los últimos 150, en los que más del 98% de la superficie del 
planeta ha experimentado un aumento de temperatura.
Los cambios se deben a las manchas solares o a los rayos cósmicos
Las manchas solares
 son regiones de la superficie del astro que albergan una intensa 
actividad magnética y pueden ir acompañadas de erupciones solares. Si 
bien estas manchas poseen la capacidad de modificar el clima de la 
Tierra, desde 1978 los científicos han empleado sensores en satélites 
para obtener un registro de la energía solar que llega al planeta
 y no han observado la existencia de una tendencia ascendente, por lo 
que no pueden ser la causa del calentamiento global reciente.
Los rayos cósmicos son radiación de alta energía originada fuera del sistema solar, surgida, quizá, en galaxias lejanas. En alguna ocasión se ha señalado que
 estos rayos podrían ser uno de los motivos por los que se “fabrican” 
las nubes, por lo que si se redujera la cantidad de rayos que alcanzan 
la Tierra disminuiría el número de nubes, lo cual haría que se reflejase
 menos luz solar en el espacio y, como consecuencia, que el planeta se 
calentase.
Sin embargo, esta teoría tiene dos escollos. En primer lugar, la ciencia demuestra que los rayos cósmicos no son demasiado eficaces
 a la hora de crear nubes, y en segundo, a lo largo de los últimos 50 
años la cantidad de radiación cósmica que alcanza la Tierra ha aumentado
 hasta establecer nuevos récords durante los últimos años. Si la 
hipótesis fuese correcta, los rayos cósmicos deberían enfriar el planeta, pero lo cierto es que está ocurriendo todo lo contrario.
El CO₂ solo es una pequeña parte de la atmósfera, así que no puede calentar demasiado
Se trata de un intento de jugar una carta de sentido común, pero yerra el tiro. En 1856, la científica estadounidense Eunice Newton Foote realizó un experimento con una bomba de aire, dos cilindros de vidrio y cuatro termómetros con el cual demostró
 que un cilindro expuesto a la luz solar que contiene dióxido de carbono
 atrapa más calor y durante más tiempo que un cilindro que alberga aire 
normal. Desde entonces, la ciencia ha repetido este experimento tanto en
 laboratorios como en la atmósfera llegando a la misma conclusión una y 
otra vez.
En cuanto al argumento de que una parte diminuta de algo no puede 
generar un efecto significativo, basta con recordar que solo se 
necesitan 0,1 gramos de cianuro
 para matar a una persona adulta, es decir, el 0,0001% de su peso 
corporal. Estos datos se pueden comparar con la presencia del dióxido de
 carbono en la atmósfera (0,04%),
 a lo que se suma el hecho de que es un potente gas de efecto 
invernadero. Por su parte, el nitrógeno conforma el 78% de la atmósfera y
 apenas es reactivo.
4. Los científicos manipulan los datos para mostrar la tendencia ascendente de la temperatura
No solo no es cierto, sino que es una
 maniobra simplista utilizada para atacar la credibilidad de los 
científicos que estudian el clima. Para que una conspiración de estas 
dimensiones fuera posible, sería necesario que miles de científicos de 
más de 100 países se pusieran de acuerdo a la hora de mentir sobre los 
datos obtenidos.
Los científicos corrigen y validan continuamente la información recabada. Por ejemplo, entre nuestras labores está la corrección de registros históricos de temperatura, ya que los sistemas de medición han variado a lo largo del tiempo.
Entre 1856 y 1941, la mayoría de mediciones de la superficie marina 
se llevaban a cabo izando el agua con un cubo desde la cubierta del 
barco. Este método no ofrecía garantías, ya que al principio se 
utilizaban cubos de madera y después se emplearon de lona. Asimismo, el 
cambio de embarcaciones de vela a barcos de vapor alteraba de igual 
manera la temperatura del agua, ya que la diferencia de altura entre las
 naves hacía que la evaporación fuera mayor o menor en cada caso cuando 
el agua llegaba a cubierta. Desde 1941, la mayoría de mediciones se han 
realizado a través del sistema de toma agua de los barcos, por lo que no
 hay que preocuparse por la refrigeración producida por la evaporación.
Por otra parte, debemos tener en cuenta que muchas ciudades han 
crecido en tamaño, por lo que las estaciones meteorológicas que antaño 
se encontraban en zonas rurales ahora están integradas dentro de áreas 
urbanas que presentan habitualmente temperaturas más altas que el campo 
por el que están rodeadas. Si los científicos no hubiéramos modificado 
las mediciones originales, las cifras del calentamiento de la Tierra 
durante los últimos 150 años habrían sido incluso mayores de lo que son 
realmente. Actualmente, el aumento de temperatura se sitúa en 1˚C.
Los modelos climáticos no son fiables y son demasiado sensibles al dióxido de carbono
Esta afirmación es incorrecta y 
demuestra un pobre entendimiento acerca del funcionamiento de los 
modelos, a la par que menosprecia el alcance del cambio climático. 
Existe una amplia gama de modelos climáticos,
 desde aquellos que se ocupan de mecanismos específicos, como puede ser 
los ciclos de las nubes, hasta los modelos de circulación general (MCG),
 los cuales se utilizan para predecir el clima futuro de nuestro 
planeta.
Hay más de 20 centros en todo el mundo en
 los que algunas de las personas más inteligentes del planeta han dado 
forma y dirigen modelos de circulación general que contienen millones de
 líneas de código que representan la vanguardia de lo se conoce sobre el
 sistema climático. Estos modelos se someten continuamente a pruebas con
 datos históricos y paleoclimáticos, así como con acontecimientos 
climáticos independientes, como grandes erupciones volcánicas, para 
confirmar que reconstruyen el clima de manera correcta (como, de hecho, 
así es).






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